Decir que fue un crack, es quedarse cortos. Resultó ser un fuera de serie. Por muchos años único referente y estrella en la ofensiva de los Osos de Chicago. Hoy el premio para el mejor jugador dentro y fuera de la cancha en la NFL lleva su nombre. Pero en su libro “Sweetness: The Enigmatic Life of Walter Payton”, Jeff Pearlman nos muestra el lado mortal y humano de una de las leyendas de oro del fútbol americano.

Mi interés por Walter Payton

Empiezan los training camps y la pretemporada y termina la espera deportiva más larga del año. Como había comentado en redes sociales, aproveché el verano para leer la biografía de Walter Payton que escribió Jeff Pearlman.

No soy fan de Chicago y sinceramente mi referencia sobre Walter Payton era limitada a saber que fue uno de los más grandes jugadores en su posición y el deporte de las tacleadas. No más detalles fuera de lo deportivo.

Sin embargo, me interesó conocer más sobre la persona cuyo nombre es parte del premio NFL Man of the Year. O dicho de manera correcta, el Walter Payton Man of the Year. Reconocimiento que se otorga cada año al jugador que destaca por ser grande dentro y fuera de la cancha.

Es un galardón muy especial. Cada equipo de la NFL nomina a uno de sus jugadores para este premio. Sólo uno de los 32 nominados es distinguido. Por el resto de su carrera porta en su jersey el emblema distintivo del trofeo que reciben.

No se le hace mucho ruido mediático a este reconocimiento que se otorga en los días previos al Super Bowl. Pero si lo piensas bien es algo muy fregón. Los ganadores pertenecen a un club muy pequeño y distinguido de jugadores que marcaron diferencia en el deporte y sus comunidades. Hay historias muy buenas.

MINNEAPOLIS, MN – FEBRUARY 04: The Walter Payton Man of the Year Trophy on the field prior to Super Bowl LII on February 4, 2018, at U.S. Bank Stadium in Minneapolis, MN. (Photo by Rich Graessle/Icon Sportswire)

Por ello mi interés en conocer más sobre Walter Jerry Payton. ¿Qué hizo “Sweetness” -como le apodaban- para que la NFL decidiera agregar su nombre al premio.

Diferente desde sus inicios

En su libro, Pearlman relata cómo la capacidad física de Payton empezó a ser notoria desde que jugaba en high school. Sin embargo, ese no era el único distintivo de Walter.

Nació y creció en Columbia, al sur de Estados Unidos, en una época en que las diferencias y segregación racial eran muy marcadas. Sin embargo, Payton vivió el proceso de integración, en el que blancos y afroamericanos empezaron a convivir y compartir espacios.

La personalidad carismática y amable de Walter y su capacidad de leer a la gente y llegarle por el lado bueno, fueron clave en la integración de su preparatoria y equipo de fútbol americano. Un compañero de escuela decía:

Creo que después del primer día, muchos nos sentimos más cómodos sobre lo que estaba pasando [la integración]. Si todos los afroamericanos eran como Walter Payton, estaríamos bien.

En Jackson State, Payton portó por primera vez el número 34. Su número favorito, el 22, lo tenía su hermano Eddie. Desde su primer día, Payton sobresalió. Además de corredor, Walter era bueno pasando, pateando y cachando el balón.

Con los consejos de su coach colegial, Payton perfeccionó su estilo de correr. Su stiff-arm se convirtió en marca registrada, al igual que su modo agresivo de correr. En Jackson State, Walter Jerry aprendió a volar por encima de los linieros.

Walter Payton en la NFL

Con su talento, muchos equipos querían elegir a Walter. Para varios era el mejor jugador del draft de 1975. Según Pearlman, Walter quería jugar para Dallas, que tenía el segundo pick global. Pero no fue sino hasta el cuarto pick que los Osos de Chicago seleccionaron a Payton, después de que Atlanta, Dallas y Baltimore no lo eligieron.

Dato curioso de Pearlman es que Payton quedó devastado con la noticia. Él quería jugar para Dallas, o Houston, Miami, San Diego o San Francisco. Pero definitivamente no Chicago.

El sentimiento no era para más. El equipo de George Halas llevaba seis temporadas perdedoras. Durante los últimos diez años, sólo habían tenido dos temporadas con record ganador y cero aparaciones en los playoffs. Payton llegaba a un equipo de segunda.

Sweetness, su apodo porque alguna vez le dijo a otro jugador “your sweetness is your weakness” batalló en su temporada de novato. No se adaptó fácilmente a la NFL y su nuevo ambiente. Había duda entre coaches, fans y los medios sobre si realmente tenía lo que se necesitaba para brillar en la liga.

Las llamadas de alerta, que despertaron al Payton que había dominado en el colegial, llegaron cuando Walter vio que su coach no dudaría en poner a alguien más en su lugar, a pesar de su talento. Su “inseguridad” de no ser titular indiscutible lo propulsó y en 13 años de carrera sólo se perdió un juego.

NFL FILE: Pro Football Hall of Famer Walter Payton of the Chicago Bears.

A pesar de su pésima línea ofensiva, Payton empezó a acumular yardas y más yardas con su poder, empuje y buen equilibrio. Pronto le peleó a O.J. Simpson el título de yardas por tierra. Más tarde no tardo en romper el record de “Juice” de más yardas en un partido, con 275 ante los Vikings.

Primero en llegar y ultimó en irse de la prácticas. No tomaba, ni se drogaba. Payton poco a poco se volvió el líder y cara de la franquicia de los Osos.

Durante muchos años fue la única estrella de una ofensiva que, a falta de otras armas, apostaba por un juego terreste predecible que funcionaba principalmente por las habilidades fuera de serie de Walter Payton.

Y eso fue Payton. Un fuera de serie. En su carrera rompería el record de más yardas para un corredor que ostentó por mucho tiempo Jim Brown. Hacia sus últimos años en la NFL de la mano del coach Mike Ditka, un mejor elenco estelar a la ofensiva y una defensiva perra como ninguna otra, Sweetness ganó su único campeonato.

Poco tiempo después, llegaría a Canton al Salón de la Fama, aunque no en su mejor momento personal.

La leyenda de carne y hueso

Lo interesante del libro de Pearlman es que muestra el lado personal de Walter Payton, que no resalta su grandeza deportiva, sino su humanidad.

Entre las historias que el libro menciona están las múltiples infidelidades de un Payton famoso, que atraía como imán a las mujeres. Incluso, Pearlman relata que Payton tuvo un hijo fuera de matrimonio, a quien nunca vió ni reconoció.

Uno de los momentos culminantes de sus infidelidades llegaron cuando Walter Jerry iba a ser encumbrado en el Salón de la Fama. Su amante y compañera extramarital de muchos años, Lita Gonzalez, demandó estar ahí en ese momento importante para Payton. Para el corredor legendario, esos días en Canton fueron una “danza” llena de ansiedad para que su esposa Connie y Lita no se conocieran. Para el director ejecutivo de su fundación, la situación era una amenaza a la imagen de “decencia” y hombre de familia que siempre quería que Walter proyectara.

En la cancha, Pearlman contrasta la personalidad amable y carismática de Payton con sus inseguridades. Éstas surgían cuando Walter perdía protagonismo ante otra estrellas en Chicago, incluido su coach Ditka.

Un caso muy claro fue el único Super Bowl que ganó Payton con los Osos. Después de un fumble tempranero en el partido, Walter nunca se recuperó. A pesar de la paliza de Chicago sobre Nueva Inglaterra, el corredor estrella no anotó. Al final, la mejor victoria que puede tener un jugador de americano, fue una pesadilla para el oriundo de Columbia. Quien pregonaba priorizar el equipo ante todo, sufría por no haber acaparado los reflectores. Más que “sweetness”, Payton mostraba envidia y recelo.

La debacle después del retiro

Después de retirarse de las chanchas, Walter Payton no volvió a encontrar la brújula. Perdió propósito en la vida.

Tuvo una carrera como empresario con más fracasos que éxitos. También incursionó en el mundo de las carreras sin grandes resultados. Con el apoyo del comisionado, intentó ser el primer dueño afroamericano de un equipo de NFL, pero sus intentos en St. Louis tampoco salieron bien.

Sin rumbo, Payton cayó en la depresión y hábitos que minaron poco a poco su salud. Al final, un cáncer en el ducto biliar lo consumió rápido. La muerte le llegó temprano en su vida. Apenas a sus 46 años.

Mis impresiones finales del libro

Al final, el libro de Pearlman me pareció muy bueno. No encontré lo que buscaba -como muchas historias de lo grande que fue Payton, especialmente fuera de la cancha. Pero conocí la parte humana e imperfecta que por lo general no se muestra de las leyendas deportivas.

Walter Payton no pidió que le pusieran su nombre al premio NFL Man of the Year. Esa fue una decisión de una liga, que frecuentemente encumbra ídolos en estatuas de bronce, haciéndose de la vista gorda de sus defectos o falencias. Incluso hubo muchas reacciones negativas al libro de Pearlman, criticándolo por “manchar” la imagen de un ídolo.

Obvio, hay muchos puntos de vista. Habría que ver qué dice la autobiografía de Payton y lo que otros han escrito sobre él. Pero por el momento, el libro de Pearlman me pareció un buen punto de partida.